En Isaías 10:21 (BJ) se llama “Dios poderoso” a Jehová, como se llama a Jesús en Isaías 9:6, pero SÓLO A JEHOVÁ se le llama alguna vez “Dios TODOPODEROSO”. (Gén. 17:1.)
Si cierto título o frase descriptiva se halla en más de un lugar en las Escrituras, nunca se debería concluir apresuradamente que siempre se refiere a la misma persona.
Tal razonamiento nos llevaría a concluir que Nabucodonosor fue Jesucristo, porque a ambos se llama “rey de reyes” (Dan. 2:37; Rev. 17:14); y que los discípulos de Jesús de hecho fueron Jesucristo, porque a él y a ellos se llama “la luz del mundo” (Mat. 5:14; Juan 8:12).
Adán era el padre de toda la humanidad y la vendió al pecado al desobedecer.
JESÚS ES SEMEJANTE A ADÁN. San Pablo lo llama "el último Adán" en el capitulo 15 de su primera carta o epístola a los corintios.
Adán perdió la vida eterna terrenal para todos los humanos.
La redención de Cristo recupera lo que Adán perdió, la vida eterna en la Tierra para todos los humanos obedientes.
En Adán todos estamos muriendo, en Cristo somos todos vivificados.
Así llega a ser un "Padre Eterno" para todos los que le obedezcan con fe.
Es una pregunta vieja de los trinitarios, ya explicada muchas veces.
El
primer hombre, Adán, pecó antes de tener hijos. Desobedeció a Dios a
instancias de un ángel rebelde, al que después se llamó Diablo y
Satanás. El resultado fue el que Dios había advertido: Adán perdió la
relación que tenía con él como hijo suyo y sufrió las consecuencias que
ello acarreaba. Se volvió imperfecto, empezó a envejecer y finalmente
murió (Génesis 2:15-17; 3:17-19; Revelación 12:9).
La Biblia
describe así los efectos de la desobediencia de Adán en sus
descendientes: “Por medio de un solo hombre [es decir, Adán] el pecado
entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado, y así la muerte se
extendió a todos los hombres porque todos habían pecado” (Romanos 5:12).
Lamentablemente, todos los seres humanos heredamos de nuestro
antepasado, Adán, el pecado y sus nefastas consecuencias: la vejez y la
muerte (Job 14:4; Romanos 3:23).
La única forma de librarse de
tales consecuencias sería teniendo un padre perfecto, que no hubiera
heredado el pecado y sus terribles secuelas. Veamos cómo apareció en
escena ese padre nuevo, quien sería comparable a Adán en su estado
perfecto.
El nuevo padre que se necesitaba
Como vimos al
principio del artículo, al prometido “Príncipe de Paz” también se le
llama “Padre Eterno” (LBLA). Su nacimiento humano se predijo así: “Una
virgen concebirá y dará a luz un hijo” (Isaías 7:14, LBLA; Mateo
1:20-23). Jesús no tuvo un padre humano, como tampoco lo tuvo Adán. La
genealogía de Jesús que registró el historiador bíblico Lucas
remontándose hasta los orígenes de la humanidad muestra que Adán era
“hijo de Dios” (Lucas 3:38). Pero ya hemos visto que Adán perdió la
relación que tenía con Dios como hijo suyo, y no solo para él mismo,
sino también para sus descendientes. De modo que todos necesitamos, por
decirlo así, un nuevo padre, un padre que sea perfecto, tal como lo era
Adán cuando fue creado.
Dios envió a su Hijo a la Tierra para que
fuera ese nuevo Adán, reemplazando al anterior. La Biblia explica: “‘El
primer hombre, Adán, llegó a ser alma viviente.’ El último Adán llegó a
ser un espíritu dador de vida. El primer hombre procede de la tierra y
es hecho de polvo; el segundo hombre procede del cielo” (1 Corintios
15:45, 47). “El último Adán”, Jesús, es comparable al “primer hombre,
Adán”, porque al igual que él, fue perfecto y, por tanto, capaz de
engendrar hijos perfectos que vivieran para siempre en la Tierra (Salmo
37:29; Revelación 21:3, 4).
Jesús, que no tuvo hijos, fue fiel a
Dios hasta la muerte, pese a las pruebas a las que lo sometió Satanás.
La vida humana perfecta e íntegra que Jesús sacrificó es lo que se
conoce como el rescate. “Tenemos la liberación [del pecado y la muerte
heredados de Adán] por rescate mediante la sangre de [Jesús]”, explica
la Biblia. También dice: “Así como mediante la desobediencia [de Adán]
muchos fueron constituidos pecadores, así mismo, también, mediante la
obediencia de [Jesús] muchos serán constituidos justos” (Efesios 1:7;
Romanos 5:18, 19; Mateo 20:28).
Si tenemos fe en Jesús, él se convertirá en nuestro “Padre Eterno” y nuestro “Salvador”.
fuentes: LA BIBLIA.
DESPERTAD DICIEMBRE 2006
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