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domingo, 25 de julio de 2010

TEXTUS RECEPTUS Y ERASMO

Esos versículos, que se hallan en algunas traducciones (pero no en todas), no aparecen en los manuscritos bíblicos más antiguos que hay disponibles. Una comparación con otras traducciones modernas, tales como la Biblia de Jerusalén, católica, muestra que otros traductores también han reconocido que los versículos en cuestión no son parte de la Biblia. En algunos casos fueron tomados de otra parte de la Biblia y añadidos al texto que copiaba algún escriba.


Por ejemplo, en la Versión del Rey Jaime aparecen textos como Mateo 18:11; 23:14 o Lucas 17:36. Pero en otras biblias éstos faltan. Esos versículos no están en estas Biblias recientes en inglés: Common Bible (La Biblia Común, una edición ecuménica para católicos y protestantes), la New English Bible (Nueva Biblia Inglesa): y, en español y en inglés: la Traducción del Nuevo Mundo, usada por los testigos de Jehová, y la Biblia de Jerusalén, católica, para mencionar algunas.

En realidad estos versículos no son parte de la Biblia, aunque muchas traducciones de alguna antigüedad los han tenido. Para algunas personas pudiera parecer escandaloso el oír que ciertas palabras, frases y hasta versículos enteros que aparecen en Biblias a las cuales se da extenso uso no son auténticos.

Sin embargo, cabe tener presente desde el comienzo que hay evidencia abundante en prueba de que el texto de la Biblia es confiable. Por ejemplo, es mucho más confiable y exacto que los escritos aceptados de Tácito, Tucídides o Heródoto.

La evidencia consiste en muchos miles de manuscritos griegos antiguos que se pueden investigar en busca de la prueba de que el texto básico o fundamental de su Biblia es precisamente lo que se escribió originalmente. Los más antiguos de estos manuscritos también suministran la sólida razón para que ciertas palabras, expresiones y versículos hayan sido omitidos de traducciones recientes. Es muy interesante examinar esa razón.

LA COPIA DE MANUSCRITOS

Los manuscritos originales de los libros del “Nuevo Testamento” no están disponibles hoy para ser usados por los traductores. Pero es patente que poco después de la escritura de los originales los cristianos primitivos comenzaron a hacer copias para usarlas.

Por lo general los copistas ejercieron un cuidado extremado para asegurarse de que su obra fuera una copia exacta de los escritos originales. Hoy muchos correctores de pruebas ejercen un cuidado similar. Sin embargo, probablemente has visto que a veces en los periódicos y libros modernos sí aparecen errores tipográficos, como los de un error ortográfico, o la omisión o repetición de una línea. Si esas pequeñas fallas de imprenta ocurren a pesar de nuestros adelantos técnicos actuales, se puede comprender que pudieran ocurrir al estarse copiando a mano libros enteros de la Biblia. Las copias posteriores, las más alejadas de las originales, tendían a tener más errores.

Ahora, dirijamos nuestra atención al siglo 16, precisamente antes de que se hicieran algunas de las más extensamente conocidas traducciones al inglés. La invención de la imprenta con el uso de tipo movible permitía hacer libros en grandes cantidades y a menos costo, y estimuló el interés en la Biblia. En vez de tener las Escrituras solamente en las traducciones latinas que por largo tiempo se habían usado en la iglesia romana, los eruditos y doctos empezaron a clamar por ejemplares en griego, el idioma en el cual se escribió el “Nuevo Testamento.” En 1515 un impresor suizo, percibiendo que tenía una excelente oportunidad para negocio, envió un mensaje a Desiderio Erasmo, un prominente erudito holandés, en el cual le pedía que preparara en corto tiempo para impresión un ejemplar o copia del “Nuevo Testamento” en griego.

Graphic Guide to Modern Versions of the New Testament (Guía gráfica a las versiones modernas del Nuevo Testamento), de Herbert Dennett, explica lo que sucedió:

“Sin embargo, esta tarea se emprendió con poco tiempo para ella, y se ejecutó con prisa. Erasmo usó sólo media docena de manuscritos, y, de éstos, uno sólo era moderadamente antiguo y confiable. Ninguno de sus manuscritos contenía todo el Nuevo Testamento, y algunos versículos que no estaban en ninguno de ellos fueron de hecho traducidos de nuevo por Erasmo [en retroceso] del latín al griego. Este texto publicado fue revisado posteriormente con la ayuda de unos cuantos manuscritos más, pero el resultado de esto tuvo poco efecto en la obra.”—Pág. 119.

Pues bien, ¿por qué debería interesarnos particularmente esto que parece una simple nota al pie de la página en la historia de la erudición? ¿Qué diferencia pudiera significar para nosotros hoy el que el texto de Erasmo se basara ‘principalmente en dos manuscritos inferiores del siglo doce,’ como recientemente lo expresó cierto profesor?

Lo significativo de esto es que fundamentalmente el texto griego de Erasmo condujo directamente a lo que se ha llegado a conocer como el “texto recibido” (textus receptus). De este texto se hicieron muchas traducciones, entre ellas la del Rey Jaime o Versión Autorizada, en inglés. Pero sir Frederic Kenyon comentó lo siguiente acerca del “texto recibido”:

“El resultado es que el texto aceptado en los siglos dieciséis y diecisiete, a los cuales nos hemos apegado debido a que naturalmente vacilamos en cuanto a cambiar las palabras que hemos aprendido como las de la Palabra de Dios, está en verdad lleno de inexactitudes, muchas de las cuales se pueden corregir con absoluta certeza por medio de usar la información mucho más extensa que tenemos a nuestra disposición hoy día.”—Our Bible and the Ancient Manuscripts (Nuestra Biblia y los manuscritos antiguos), pág. 162.


----Fuente(s):


REFINANDO EL TEXTO

En el siglo dieciséis, Erasmo solo tenía unos cuantos manuscritos griegos de fecha tardía con los cuales trabajar. Pero no ha sucedido así en los siglos diecinueve y veinte. Durante este tiempo se han descubierto miles de antiguos manuscritos y fragmentos griegos. Por ejemplo, para 1973, el total de manuscritos griegos conocidos era de 5.338, y se siguen hallando más. Varios de los principales manuscritos de la Biblia en griego, tales como el Códice del Sinaí y el Códice del Vaticano, se remontan al siglo cuarto. Algunos son más antiguos todavía. Por ejemplo, un fragmento del evangelio de Juan data de alrededor de 125 E.C.

A medida que la pequeña corriente de manuscritos griegos antiguos que se iban descubriendo se convirtió virtualmente en una inundación, los doctos y eruditos pudieron compararlos con ojo crítico. El criticismo textual envuelve una comparación cuidadosa de todos los manuscritos de la Biblia conocidos, con el fin de determinar la lectura verdadera u original y eliminar cualesquier añadiduras.

Para ilustrar cómo funciona esto, imagínese lo que sucedería si usted quisiera que 200 personas hicieran una copia manuscrita de un escrito hecho del puño y letra de alguien. La mayoría de estas personas cometería errores, algunos de poca importancia y otros más significativos. Pero no todos cometerían los mismos errores. Entonces, si un individuo alerta tomara las 200 copias y las comparara, podría aislar o determinar los errores. Un error en uno o dos saltaría a la vista debido a que no estaría en los demás 198 que tendrían la lectura correcta. Así, con esfuerzo, este individuo podría salir con un escrito exacto del documento original aunque nunca lo hubiese visto.


Aunque otras personas se habían esforzado anteriormente por refinar así el texto del “Nuevo Testamento,” a fines del siglo diecinueve dos doctos de Cambridge, B. F. Westcott y F. J. A. Hort, produjeron un texto refinado que ha obtenido amplia aceptación. Se publicó en 1881; sin embargo, recientemente un profesor dijo:


“Westcott y Hort hicieron su trabajo tan cuidadosamente y con tan excepcional aptitud que desde entonces la obra textual o ha sido una reacción a la de ellos o ha ido en dirección de ponerla en práctica. . . . Lo significativo es que hasta los que tendían a disentir con el [método] de Westcott y Hort publicaron textos griegos que diferían muy poco del de ellos.”—Christianity Today, 22 de junio de 1973, pág. 8.


Este texto refinado por Westcott y Hort se ha usado como texto básico para varias traducciones recientes, entre ellas la Traducción del Nuevo Mundo.

ALGUNOS VERSÍCULOS “QUE FALTAN”

Con la información anterior como fondo, estamos mejor capacitados para examinar algunos de los versículos que al principio pudieran haber dado la impresión de faltar de traducciones recientes de la Biblia.

Anteriormente mencionamos que pudiera suceder que, de otro lugar, un escriba añadiera una oración o versículo a un relato que estuviera copiando. Eso se puede ver fácilmente en Marcos 9:43-48. En muchas versiones de las más modernas se omiten los versículos 44 y 46, y a veces se añade una raya para indicar la omisión, como en la Traducción del Nuevo Mundo. El texto de esos dos versículos dice: “donde su cresa no muere y el fuego no se apaga,” exactamente lo que dice en el versículo 48. Aunque algunos manuscritos griegos contienen los versículos 44 y 46, varios manuscritos de más antigüedad, y de autoridad, no los contienen. La evidencia sugiere que un escriba o escribas simplemente repitieron el versículo 48, quizás hasta por accidente. Por eso, el omitir los versículos 44 y 46 en una Biblia moderna de ninguna manera envuelve dejar fuera parte de la Palabra de Dios, pues la misma oración está en el versículo 48. Pero ¿qué se logra con la omisión de los dos versículos dudosos? El relato se refina y se da como a Marcos se le inspiró a escribirlo.

En otros casos los “versículos que faltan” obviamente han venido de otros libros de la Biblia. Algunas ediciones de la Biblia ayudan al lector a ver esto, porque imprimen en una nota al pie de la página el texto del versículo omitido, como se hizo en ciertas ediciones de letra grande de la Traducción del Nuevo Mundo. Si usted no tiene esta ayuda, puede comparar su Biblia moderna con la Versión Valera o una traducción similar de las antiguas. Por medio de esa comparación usted puede confirmar para su propia satisfacción que lo que se omite puede ser simplemente un versículo repetido de otro lugar o libro. Por ejemplo, note Romanos 16:24 y compárelo con el versículo 20 y los pasajes de conclusión en casi cualquiera de los libros escritos por el apóstol Pablo. Usted verá que, en Romanos 16:24, evidentemente algún copista añadió una expresión de cierre como la que Pablo incluyó en casi todos sus libros.

Finalmente, podemos mencionar un par de porciones de la Biblia, más largas, con relación a las cuales la evidencia que suministran los manuscritos no les parece totalmente convincente a los doctos. El final del libro de Marcos, desde el versículo 9 en adelante, es una de éstas. Otra es Juan 7:53-8:11, acerca de la mujer a quien sorprendieron en adulterio y que vino a Jesús. Este relato apareció por primera vez en algunas versiones en latín antiguo, y, en manuscritos griegos posteriores, está en otros tres lugares de los Evangelios. En muchas traducciones se incluyen estas dos porciones, pero se les separa del texto principal, a veces por medio de ponerlas entre corchetes o en un tipo de letra más pequeño.

CONFIANDO EN LA BIBLIA

Esta consideración de algunos versículos aislados que obviamente no son parte de la Biblia inspirada no debe dejar a nadie con dudas en cuanto a la autenticidad de la Palabra de Dios. En vez de socavar la confianza en las Escrituras, esto debe servir para subrayar el hecho de que Dios ha conservado su Palabra en un estado notablemente puro.

Después de haber hecho una investigación cuidadosa, el docto F. J. A. Hort llegó a esta conclusión:
“Por lo tanto no es superfluo declarar explícitamente que la mayor parte de las palabras del Nuevo Testamento quedan por encima de todos los procesos discriminatorios del criticismo, porque están libres de variación, y solo tienen que ser transcritas. . . . La zona entera de variación entre lecturas que se han admitido hasta ahora en los textos impresos, o que probablemente se hayan de admitir alguna vez, es comparativamente pequeña; y gran parte de ésta se debe simplemente a diferencias entre las ediciones tempranas no críticas y los textos que se han formado dentro del último medio siglo con la ayuda de la evidencia documental de valor inapreciable que ha salido a la luz recientemente.”



Sir Frederic Kenyon concordó plenamente, y declaró:

“Al fin, reconforta el descubrir que el resultado general de todos estos descubrimientos y todo este estudio, es el de fortalecer la prueba de la autenticidad de las Escrituras, y nuestra convicción de que en nuestras manos tenemos efectivamente, en integridad sustancial, la Palabra de Dios.”

--BIBLIAS COMPARADAS

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